Cultura de la
naturaleza. De la historia ambiental como historia.
Guillermo Castro H.
En síntesis, la revolución del ADN […] brinda un
marco racional para la elaboración de una historia del mundo. Una historia que
considere al planeta en toda su complejidad como unidad de los estudios
históricos, y no un entorno particular o una región determinada. En otras
palabras: la historia es la continuación de la evolución biológica del homo
sapiens por otros medios.
Eric Hobsbawn
El
desafío de la razón: Manifiesto para la renovación de la historia
La discusión
sobre el vínculo entre las Humanidades,
las ciencias sociales y la ciencias naturales, que subyace a todo el
proceso de formación de la historia ambiental como campo del saber, es más
antigua de la que parece. Ella es parte de un debate iniciado mucho antes – el Génesis es un ejemplo – sobre el lugar y
a función de la especie humana en la evolución del infinito sistema de
relaciones al que llamamos la naturaleza, nuestro entorno vital. Lo que sigue
es un ejemplo del estado de esa discusión hacia 1844, en París, por parte de un
joven intelectual que, a sus 26 años, procuraba ajustar cuentas con la
formación que había recibido, para encontrar su propio camino:
Las ciencias naturales han desarrollado una
actividad enorme y se han apropiado cada vez más materiales. Sin embargo la
filosofía se ha mantenido tan ajena a las ciencias como éstas a la filosofía.
Su momentánea fusión sólo fue una ilusión
de la fantasía. Querer no es poder. La misma historiografía se ocupa de las
ciencias naturales sólo de paso, como factor de ilustración y utilidad de
algunos grandes descubrimientos. Pero tanto más han intervenido prácticamente
las ciencias naturales a través de la industria en la vida humana, cambiándola
y preparando la emancipación humana, si bien su efecto inmediato ha sido llevar
al colmo la deshumanización. La industria
es la relación real, histórica de la
naturaleza, y por tanto de las ciencias naturales, con el hombre. Por eso, una
vez comprendida como revelación exotérica
de las facultades humanas, se
entiende también la humanidad de la
naturaleza o naturalidad del hombre;
la ciencia natural, perdiendo su orientación abstractamente material o por
mejor decir idealista, se convierte en la base de la ciencia del hombre, del mismo modo que ya se ha convertido
en la base de la vida realmente humana, aunque sea en forma enajenada. Poner una base para la vida y otra para la ciencia es de antemano una mentira./ /
La misma historia es una parte real
de la historia natural, del proceso
en que la naturaleza se hace hombre. En un futuro la ciencia de la naturaleza
será la ciencia del hombre y a la vez se hallará subsumida bajo ésta: no habrá
más que una ciencia.
Marx, Karl: Manuscritos de París. En Textos Selectos y Manuscritos de París.
Manifiesto del Partido Comunista, con Friedrich Engels, y Crítica del Programa de Gotha. Estudio
Introductorio por Jacobo Muñoz. Editorial Gredos, Madrid, 2012. Pp. 521 - 523
Habrá, en el
propio Marx, un ir y venir en relación a este vínculo, sobre todo en lo que
hace a los términos del reencuentro – por así decirlo – entre una naturaleza
plenamente humanizada y una especie humana finalmente en ejercicio pleno de su
naturalidad.
Lo
importante, en todo caso, es resaltar dos hechos. El primero consiste en la
presencia misma del tema en la filosofía de la praxis, que ciertamente no lo
descubre, pero sí lo asume de su entorno y lo lleva a los términos de su propia
racionalidad. Más allá de las concesiones y deformaciones positivistas de que
haya sido objeto la lectura y el uso político de esa filosofía entre 1890 y
1990, debe importarnos su capacidad para reemerger con sus propias preguntas y
preocupaciones, cuando es asumida como objeto de estudio – y como guía para la
acción de algunos – desde sí misma.
El
segundo hecho consiste en la conexión constante que el primero le proporciona a
la filosofía de la praxis con el desarrollo de los debates sobre el tema en
todos los campos del saber y desde todas las perspectivas de conocimiento. No
hay obstáculo, por ejemplo, para leer desde el joven Marx en adelante las
propuestas de Vladimir Vernadsky y Pierre Teilhard de Chardin sobre los
conceptos de biosfera y noosfera – elaborados en la década de 1920 -, como no
lo hay para entender que tras los debates en torno a la crisis ambiental global
de nuestro tiempo subyace una verdad por demás sencilla: la de que si deseamos
un ambiente distinto, ya es imprescindible adelantar la creación de sociedades
diferentes.
Todo
nos advierte, ya, que hemos ingresado a aquel futuro en que la ciencia de la naturaleza
va siendo finalmente la ciencia del hombre y se halla cada vez más subsumida
bajo ésta. No hay, en efecto, “más que una
ciencia”: la del desarrollo de nuestra especie en su interacción con su entorno
vital, cuyo relato hace de la historia ambiental la verdadera historia general
de la Humanidad.
Panamá, 21 de octubre de 2012.
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