Nota
sobre el papel de la cultura en el debate sobre la sostenibilidad del
desarrollo
Guillermo Castro
H.
Para el ambientalismo
latinoamericano, tan vinculado en su desarrollo a la relación entre deterioro
social y degradación ambiental característica de nuestra región, la manera más
efectiva de fomentar la riqueza natural consiste en fomentar la de las
relaciones sociales de cooperación solidaria. La utilidad de este principio
abstracto, sin embargo, depende de nuestra capacidad para ejercerlo en acuerdo
con la circunstancia histórica que genera la crisis ambiental que nos aqueja.
Esa
crisis tiene una de sus expresiones más visibles en un proceso de
intensificación de la variabilidad climática natural, que a su vez estimula el
cambio de los patrones de organización del clima en cuyo marco se ha desarrollado
la civilización que conocemos. Esas alteraciones, y sus tendencias previsibles,
han generado ya diversas iniciativas globales encaminadas a mitigar el impacto
del cambio climático y a propiciar la adaptación humana a los nuevos patrones
de clima que emergen de ese proceso.
Dentro
de esas iniciativas destacan, por ejemplo, las que promueven alternativas de
producción y consumo de energía que contribuyan a disminuir las emisiones de
gases de efecto invernadero asociados a un incremento en la incidencia de
eventos naturales potencialmente desastrosos, como los huracanes.Aun así, el
vínculo entre estos factores excede a menudo nuestra capacidad para percibirlo
y actuar en consecuencia.
Parte
de esa dificultad se debe, sin duda, a que somos herederos de una cultura de la
Ilustración liberal que, después de transitar por las opciones contrapuestas de
civilización o barbarie entre 1750 y 1850, y de progreso o atraso entre 1850 y
1950, vino a desembocar en la disyuntiva entre desarrollo y subdesarrollo aún
vigente, así sea porque no se ha encontrado con qué sustituirla. En ese marco,
el problema de la energía tiende inevitablemente a ser considerado en relación
con la aspiración a un crecimiento y una acumulación sostenidos e incesantes,
propia de la cultura del desarrollo.
Esta
visión debe ser criticada a partir de sus consecuencias prácticas. En materia
de energía, por ejemplo, el problema a debatir no es tanto el de su origen –
fósil, solar, hidráulico, eólico o biológico - cuanto el de los propósitos de
su producción y consumo.
Aquí,
lo que realmente está en cuestión es el lugar de la energía en el paso de una
relación viciosa a una virtuosa en las interacciones entre nuestra especie y su
entorno natural. Por lo mismo, esto nos plantea un desafío de orden político y
cultural, antes que tecnológico.
Ese
desafío, sin embargo, sólo podrá ser encarado en la medida en que lleguemos a
ser capaces de asumir a la cultura de la Ilustración como un momento formativo
necesario en el desarrollo de una cultura superior: la de la sostenibilidad del
desarrollo de nuestra especie. Esta tarea no es sencilla, ni puede operar
simplemente a través del rechazo mecánico de la Ilustración y sus valores,
incluido el del progreso. Aquí, como nos advirtiera Antonio Gramsci, conviene
recordar que
En el
análisis de los problemas histórico – críticos es preciso no concebir la discusión
científica como un proceso judicial en el cual hay un imputado y un procurador
que, por obligación de oficio, debe demostrar que aquél es culpable y digno de
ser quitado de la circulación. En la discusión científica, dado que se
supone que el interés sea la búsqueda de la verdad y el progreso de la ciencia,
se muestra más “avanzado” quien se coloca en el punto de vista de que el
adversario puede expresar una exigencia que debe ser incorporada, quizás como
un momento subordinado, en la propia construcción
El Materialismo
Histórico y la Filosofía de Benedetto Croce. Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2003, p. 26.
[cursiva: GCH]
Para
superar críticamente la ignorante arrogancia de quienes confunden el proceso
general de desarrollo de nuestra especie con la forma histórica particular de
ese proceso que ahora ha entrado en crisis, es necesario superar toda
arrogancia que limite la posibilidad de incorporar a una visión nueva de
nuestro lugar y nuestra responsabilidad en el mundo todas las conquistas y
todos los sueños del pasado que hoy nos corresponde superar. Desde allí, podremos
contribuir a la construcción de la cultura que llegue a ser capaz de expresar
el interés general de los humanos en establecer los fundamentos de una sociedad
capaz de sobrevivir al desastre ambiental creado por la nuestra, y convertir de
posible en probable la transición a un mundo nuevo.
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