Historia
ambiental latinoamericana. Nota para una reflexión sobre problemas de teoría,
método y propósito.
Guillermo Castro H.
Una de las debilidades de
la historia ambiental latinoamericana radica en su limitado dominio de la
economía, que resulta sobre todo de una formación académica organizada en la
tríada Ciencias Naturales / Humanidades / Ciencias Sociales. Esta debilidad
viene a ser, en el marco más amplio de la crisis que hoy aqueja al sistema
mundial, tan importante como la que resulta del limitado dominio del razonar
correspondiente a las ciencias naturales, aun cuando en este caso el problema
suele ser menos agudo, dada la evidente afinidad de los problemas que interesan
a la historia ambiental con aquellos de que se ocupan disciplinas como la
ecología.
La
economía, en tanto disciplina que se ocupa de la asignación de recursos escasos
entre fines múltiples y excluyentes en cambio, ha priorizado en nuestro medio
académico los problemas correspondientes a un crecimiento económico incesante,
antes que a los relativos a la producción de las condiciones sociales,
territoriales y naturales que hacen posible la producción y pueden garantizar –
o no – la sostenibilidad del desarrollo de la especie que somos. Esta
tendencia, ya presente en el desarrollismo liberal entre 1950 y 1970, vino a
adquirir rasgos cuasi patológicos en los años de hierro del pensamiento único
neoliberal.
Con
todo, ese mismo carácter patológico estimuló iniciativas originales en campos
como la economía ambiental y la economía ecológica, una de cuyas debilidades
radica - de manera nada paradójica - en lo limitado de sus relaciones de
trabajo con el campo de la historia ambiental. Entender la necesidad de encarar
y trascender esta situación es cada vez más urgente.
Hoy,
empezamos a entender que el neoliberalismo no creó los problemas que padecemos
en la relación de nuestras sociedades con la naturaleza, sino que llevó hasta
sus últimas consecuencias la premisas del culto al crecimiento económico como
un fin en sí mismo creadas por el liberalismo desarrollista que lo precedió.
Aun así, la misma gravedad de esas consecuencias - que se sintetiza en la
crisis ambiental global -, ilumina de un modo nuevo el origen, el carácter y el
alcance histórico de la circunstancia en que operan, y por lo mismo abren
también oportunidades nuevas para su comprensión.
Así,
cuando se acentúa la tendencia a culminar el proceso de transformación de la
naturaleza en capital natural, que da lugar a las crecientes
confrontaciones entre los habitantes de las regiones en que ese proceso está en
curso, y los gobiernos que procuran culminarlo a la mayor brevedad posible,
emerge otra vez la importancia de comprender el papel que en esa transformación
desempeña la creación de mercados de tierra y de trabajo. En efecto, privatizar
los bienes comunes de quienes habitan esas regiones implica, también, privar a
esos habitantes de la propiedad de sus medios de vida, y acelerar así su
transformación en trabajadores libres.
Este
proceso ciertamente, no es una novedad en nuestra América. Operó ya entre 1850
y 1875, en la primera Reforma Liberal; se vio estimulado en las décadas de 1960
y 1970 por las políticas de colonización de las regiones interiores de nuestros
países, y alcanzó niveles de paroxismo en las de 1980 y 1990, a través de
concesiones masivas a corporaciones transnacionales para la explotación de
recursos naturales de todo tipo – minerales, hidrocarburos, la fertilidad del
suelo y la energía hidráulica.
Carlos
Marx dedicó a la comprensión de ese tipo de procesos de creación de premisas
para el cambio económico las notas, publicadas mucho después de su muerte, que
conocemos con el título de "Formas que preceden a la producción
capitalista.(Acerca del proceso que precede a la formación de la relación de
capital o a la acumulación originaria.)” En ese texto, los referentes
fundamentales son las formas de propiedad comunitaria de las condiciones
naturales de producción correspondientes a la Antigüedad grecorromana, a las
tribus germánicas y a los imperios asiáticos de base agraria, en los términos
en que eran conocidos a mediados del siglo XIX. A ellos se agregan, además,
referencias dispersas a los casos de Mesoamérica y el mundo andino antes de la
conquista europea de nuestra América.
Leyéndolo
desde nuestra circunstancia, vemos en su movimiento a la historia ambiental
contemporánea de nuestras regiones interiores, donde justamente viene siendo
impuesta una racionalidad en la cual
“Si un supuesto del
trabajo asalariado y una de las condiciones históricas del capital es el
trabajo libre y el cambio de ese trabajo libre por dinero a fin de reproducir y
valorizar el dinero, […] otro supuesto es la superación del trabajo libre con
respecto al medio de trabajo y al material de trabajo. Por lo tanto, ante todo,
separación del trabajador con respecto a la tierra como su laboratorium natural
– y, por consiguiente, disolución de la pequeña propiedad privada, así como
también de la propiedad colectiva de la tierra basada en la comuna oriental.
[…] El poner al individuo como trabajador, en esta desnudez, es en sí mismo un
producto histórico.” [1]
Con
todo, más que el detalle de lo pensado entonces por Marx, destaca aquí - como
lo resalta Eric Hobsbawn en la introducción al texto – es la vigorosa capacidad
de análisis y síntesis del pensar marxiano. Al respecto, dice Hobsbawn,
La base objetiva del
pensamiento de Marx, aunque también, y simultáneamente, de su teoría de la
evolución social y económica, es su análisis del hombre como animal social. El
hombre, o mejor dicho los hombres, ejecutan trabajo, es decir, crean y
reproducen su existencia con la práctica diaria […] Lo hacen actuando en la
naturaleza, cogiendo de la naturaleza (y finalmente cambiando la naturaleza
constantemente) para este propósito. Esta interacción entre hombre y naturaleza
es, y produce, la evolución social.[2]
Ese
pensar, enriquecido por la labor de generaciones de historiadores,
antropólogos, arqueólogos, geógrafos, biólogos, geólogos y ecólogos, nos ofrece
hoy nuevas posibilidades para interrogar al pasado de un modo mucho más
adecuado al problema de establecer las opciones de futuro que se abren en este
momento de bifurcación de la historia ambiental, entendida como historia
general de la especie humana. Estamos, hoy, ante la posibilidad de llevar a un nuevo
nivel la reflexión sobre los problemas de teoría y método que va generando
nuestra propia labor. Hemos creado, así, las condiciones que permiten hacer
cada vez más útil nuestro trabajo para nuestros semejantes, trabajando con
ellos para cambiar el mundo.
Panamá,
11 agosto 2012
[1] Marx, Karl: Formaciones Económicas Precapitalistas.
Introducción de Eric J. Hobsbawn. Siglo XXI Editores, México, 2009, p. 67.
[2] Cómo Cambiar el Mundo. Marx y el marxismo 1840 – 2011.
Crítica, Barcelona, p. 140.
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