Con Eric Hobsbawm, en Labana
Guillermo
Castro H.
Ponencia
presentada en el I Coloquio Internacional en Homenaje a Eric Hobsbawm / Cambiar la Historia, Transformar el Mundo.
Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, La Habana, 20 y 21 de marzo
de 2013.
La historia
ambiental, 1970 acá
La historia ambiental constituye una entre las muchas
expresiones de la crisis en curso en el moderno sistema mundial. Empieza a
tomar cuerpo en el mundo Noratlántico, al calor de las movimientos sociales y
culturales que acompañaron al ciclo revolucionario de 1968 – 1972.
El objeto de estudio de la
historia ambiental está constituido por los procesos de interacción entre
sistemas naturales y sistemas sociales, mediante el trabajo socialmente
organizado, y sus consecuencias para ambos a lo largo del tiempo. En este
sentido, la historia ambiental distingue a la naturaleza, en tanto objeto de
trabajo, del ambiente, en tanto que entorno resultante de ese trabajo.
En esta perspectiva, la historia
ambiental se vincula por un lado con la historia natural – en su sentido
tradicional de historia de las especies -, y la historia ecológica – o historia
de los ecosistemas, con o sin presencia humana en ellos -, para venir a ser una
historia de las relaciones de la especie humana con los ecosistemas de cuya
transformación depende su existencia. Pero, además – como lo señalara James
O’Connor[1] – la
historia ambiental culmina, sintetiza y trasciende el ciclo de desarrollo de la
historia misma como práctica cultural en nuestra civilización, que previamente
ha tenido sus áreas de énfasis en lo político, primero; lo económico, después,
y lo sociocultural.
La historia ambiental
en América Latina
En Nuestramérica, el origen formal de la historia ambiental
puede ser ubicado en 1980, en un artículo dedicado al tema en la antología Medio Ambiente y Estilos de Desarrollo en
América, coordinado por Osvaldo Sunkel y Nicolo Gligo[2]. Esto
es relevante, porque esa antología recoge lo mejor del pensamiento ambiental
latinoamericano siete años antes de la publicación del Informe Brundland – con su conocida definición del desarrollo
sostenible como aquel que permite resolver los problemas del presente sin
comprometer la solución de los problemas futuros, etc. -, y doce antes de la
Cumbre Mundial sobre Ambiente y Desarrollo Rio
92, en la que Fidel Castro planteó como problema de primer orden del
presente el riesgo de extinción de la especie humana.
En ese proceso de ampliación y
fortalecimiento de la cultura ambiental latinoamericana tuvo lugar la formación
– en 2003, en Santiago de Chile -, de la Sociedad
Latinoamericana y Caribeña de Historia Ambiental, que hoy cuenta con unos
300 integrantes, y se prepara a realizar su Séptimo Simposio en la Universidad
de Quilmes, Argentina, en 2014.[3]
El desarrollo de la historia
ambiental latinoamericana – esto es, correspondiente a nuestra cultura, y
distinta a la de América Latina, construida en un diálogo entre culturas – ha
permitido definir una agenda común, que abarca desde la construcción del campo
de estudio hasta establecer su propia periodización, y correlacionarla en su
fundamento y sus duraciones con las de otros campos más maduros (historia política,
historia económica, historia social), hasta definir sus modalidades de
interacción con otros campos emergentes (ecología política, economía ambiental,
economía ecológica, estudios de género, etc.), negando y recuperando así, en un
mismo movimiento, los aportes de otros campos del saber.
En lo que hace al marxismo – en
el que el vínculo entre la especie humana y la naturaleza mediante el trabajo,
y la escala planetaria que alcanza esa relación con el desarrollo del mercado
mundial desempeñan un papel de primer orden-, esa tarea de negación y
recuperación ha encontrado y encuentra las dificultades inherentes al
desconocimiento de la obra de Marx entre los académicos de la región, asociado
en primer término al descrédito del marxismo soviético, y generalizado como
prejuicio, sobre todo a partir del derrumbe del campo socialista en Europa
Oriental. Tales son las referencias desde las que cabe juzgar el aporte de
Hobsbawn al pensamiento ambiental contemporáneo de Nuestramérica en lo general,
y a la historia ambiental latinoamericana en particular.
Hobsbawm: 3 aportes
al desarrollo de la historia ambiental
Lo ambiental como objeto de estudio no tiene una presencia
relevante en la obra de Hobsbawn, aunque sin duda se encuentran en ella
referencias a la crisis global ambiental desde fines de la década de 1990. De
ese período parecen datar, también, sus referencias más ricas al papel de la
ciencia en el desarrollo de las sociedades humanas.
Estas preocupaciones alcanzan una
síntesis de especial riqueza en su discurso
de cierre del coloquio de la Academia británica sobre historiografía marxista,
pronunciado el 13 de noviembre de 2004 y difundido con el título El desafío de la razón. Manifiesto para la
renovación de la historia[4]. Esa
síntesis, a su vez, se compagina de manera especialmente estimulante con las
reflexiones sobre las historia de las ciencias naturales que nos ofrece en su Era de los Extremos,[5][FALTA
REFERENCIA BIBILIOGRÁFICA] dedicada a la historia del siglo XX, y aquella sobre
el marxismo que nos presenta en su obra póstuma Cómo Cambiar el Mundo.[6]
Encarados esos textos desde las
necesidades de desarrollo de nuestro campo, cabe decir que Hobsbawn nos ofrece
tres aportes de la mayor importancia. El primero consiste en la demostración de
la viabilidad y la necesidad de una lectura no canónica ni eurocéntrica de la
obra de Marx. Ese carácter canónico y eurocéntrico – presente ya en la obra de
Aníbal Ponce a principios del siglo XX, por ejemplo -, contribuyó a un
prolongado hábito de lectura de América Latina desde la obra de Marx, derivada
a menudo en la búsqueda de formaciones socioeconómicas, sujetos históricos y
hábitos de pensamiento de equivalencia imposible entre ambas regiones del
sistema mundial. La perspectiva que nos ofrece Hobsbawm confirma, en cambio, la
viabilidad y la utilidad de una lectura de Marx desde América Latina,
confirmada ya en la década de 1920 por la obra de José Carlos Mariátegui, como
en la de 1970 por la de nuestros teóricos de la dependencia.
Con ello, la obra de Hobsbawm confirma
además aquella advertencia que – en Nuestra
América, el acta de nacimiento de nuestra contemporaneidad – hiciera José
Martí al decirnos que emergía entre nosotros una intelectualidad nueva, que se
definía como tal al entender
que
las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales; que las ideas absolutas, para no caer por un
yerro de forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad, para
ser viable, tiene que ser sincera y plena; que si la república no abre los
brazos a todos y adelanta con todos, muere la república.”[7]
En segundo
lugar, Hobsbawm confirma, desde la vastedad de su obra y su experiencia, la
necesidad de encarar la historia como “una investigación racional sobre el
curso de las transformaciones humanas, indagando acerca del conflicto entre
“las fuerzas responsables de la transformación del homo sapiens” y aquella
otras – sociales también – “que mantienen inmutables la reproducción y la
estabilidad de las colectividades humanas… y que durante la mayor parte de la
historia … han contrarrestado eficazmente a las primeras.” Esto tiene especial
importancia – por ejemplo - con respecto a los procesos que en el pasado
llevaron a tantos pueblos originarios a desarrollar múltiples estrategias de
adaptación y resistencia para sobrevivir tanto a los desastres de la Conquista
como a los de la Reforma Liberal, preservando al propio tiempo un patrimonio cultural
y de relacionamiento con la naturaleza cuya importancia crece en la búsqueda de
opciones para encarar la crisis ambiental. Para un futuro inmediato, esto
facilita por ejemplo la tarea de plantear en una perspectiva distinta a la de
civilización o barbarie – bajo sus formas trasmutadas de progreso o atraso, de
desarrollo o subdesarrollo, o de globalización o suicidio -, los conflictos que
emergen ya del proceso de transformación del patrimonio natural remanente en la
región en capital natural para el crecimiento sostenido, y que amenazan con
reproducir la tragedia de los bienes comunes a escala de la Amazonía entera.
En tercer
lugar, Hobsbawm nos ofrece la posibilidad – y confirma la necesidad – de llevar
a cabo esta indagación racional de nuestro pasado desde una visión integrada
del devenir humano, a partir de nuevas posibilidades de interacción entre
múltiples campos del saber, más allá del trívium
positivista de las ciencias naturales, las ciencias sociales y las Humanidades,
y del quadrivium resultante de la
adición a éstas de las ingenierías. Este abordaje integrado nos permite
entender a la historia como “la continuación de la evolución biológica del homo
sapiens por otros medios”, a partir de tres aportes provenientes de las
ciencias naturales – y en particular de la genética – cuya importancia resalta
Hobsbawn.
El primero de esos aportes
consiste en la posibilidad de hacer una historia “que considere al planeta en
toda su complejidad como unidad de los estudios históricos, y no un entorno
particular o una región determinada”. El segundo, en la posibilidad de
trascender “la estricta diferenciación entre historia y ciencias naturales”,
historizando – por decirlo así – el proceso de integración iniciado en la
década de 1920 por el geoquímico ruso Konstantin Vernadsky y el antropólogo
jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin, que llevó a la elaboración de los
conceptos de biosfera y noosfera, o biosfera transformada por la acción
racional con arreglo a fines característica de nuestra especie. Y el tercero
facilita la ampliación de la base de conocimiento y comprensión que sustenta el
estudio de “los modos de interacción entre nuestra especie y su medio ambiente,
y el creciente control que ejerce sobre el mismo”, recuperando así para la
historia ambiental, también, el hecho de que
las
fuerzas materiales y culturales y las relaciones de producción son
inseparables; son las actividades de los hombres y mujeres que construyen su
propia historia, pero no en el “vacío”, no afuera de la vida material, ni afuera
de su pasado histórico.
Hobsbawm y nosotros
La visión del quehacer de la historia que nos aportara
Hobsbawm facilita y sustenta, como hemos visto, el desarrollo de la historia
ambiental en el marco del proceso mayor de creación de aquella “historia
total”, que él no entendía ciertamente como “la historia de todo”, sino como la
historia humana encarada “como un tejido indivisible donde se interconectan
todas las actividades humanas.” Esto es especialmente importante en una
circunstancia de crisis de civilización, que no demanda de nosotros estudiar el
pasado con el propósito de demostrar que estamos condenados a la salvación o a
la perdición, sino indagar sobre nuestras opciones de futuro – en sí mismas y
en lo que cada una demanda, y entraña – para proporcionarnos un marco de
referencia bien informado que nos facilite asumir y ejercer las
responsabilidades que nos corresponden como miembros de la especie que somos.
Como nos lo ha advertido con
insistencia Immanuel Wallerstein, nos encontramos en un momento de bifurcación en
el desarrollo histórico del sistema mundial en el que nos hemos formado y
forjado a lo largo de cinco siglos. Esto tiene una clara relevancia política (y no meramente teórica), en
cuanto nos remite a optar por una u otra de las múltiples alternativas que
emergen en el momento en que la crisis de ese sistema se va tornando
revolucionaria. En lo que hace a la dimensión ambiental de esa crisis – esto
es, al factor que la hace irreversible - no cabe ya la demanda imposible de
hacer sostenibles las modalidades de relación con la naturaleza que están en el
origen de la crisis misma, ni diluir el problema en un universo potencialmente
infinito de opciones de cultura y auto marginación.
Aquí, lo único que cabe es entender que el ambiente que tenemos es el
producto de la forma en que la sociedad que somos interactúa con la naturaleza
y que, por lo mismo, si deseamos un ambiente distinto debemos construir una
sociedad diferente. Establecer esta diferencia, caracterizarla, y plantear
su construcción como un problema práctico, tiene ya la mayor importancia para la supervivencia de nuestra especie. Esto
demanda plantear ese problema no sólo como el producto de un proceso de
desarrollo previo de cinco siglos de duración, sino además en su circunstancia
específica: aquella en que, por un lado, Nuestramérica emerge como la portadora
de las ventajas invaluables de una población joven y una dotación abundante de
recursos naturales, mientras por otro consolida su identidad cultural y
política mientras se agota la hegemonía de la geocultura liberal en el sistema
mundial.
Dicho con Hobsbawm, y desde él,
la crisis del moderno sistema mundial coincide con la culminación del siglo XX
largo de América Latina, que se inicia en 1891 con la publicación de Nuestra América, donde Martí sintetiza la
nueva agenda regional que empezaría a desplegarse a partir de la Revolución
Mexicana de 1910 - 1917, como empieza a concluir en 2012, cuando Cuba se hace
cargo de la presidencia Pro Témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos
y Caribeños. Ahora sí, sin duda alguna, ha llegado para nosotros la hora de
crear.
La Habana, Centro Juan Marinello de
Investigaciones Culturales, 21 de marzo de 2013.
Panamá, 19 de abril de 2013.
[1]
“¿Qué es la historia ambiental?¿Por qué historia ambiental?”, en Causas Naturales. Ensayos de marxismo
ecológico. Siglo XXI, México, 2001.
[2] Gligo, Nicolo y Morello, Jorge: “Notas sobre la historia ecológica de
América Latina”. Estilos de Desarrollo y
Medio Ambiente en América Latina. Fondo de Cultura Económica, México. Dos
tomos.
[3]
Los anteriores tuvieron lugar, después de
Santiago de Chile, en La Habana, Sevilla, Belho Horizonte, La Paz (Baja
California Sur, México), y Villa de Leyva (Colombia).
[4]
http://www.lemondediplomatique.cl/Fallece-Eric-Hobsbawm-Manifiesto.html
[5]
Historia del siglo XX, Capítulo
XVIII, “Brujos y aprendices: las ciencias naturales”. Crítica. Grijalbo
Mondadori, Buenos Aires, 1998.
[6]
Cómo
Cambiar el Mundo. Marx y el marxismo 1840 – 2011. Traducción de Silvia Furió. Crítica, Barcelona, 2011.
[7]
“Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Obras Completas. Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 1975. VI, 20 – 21.